miércoles, 26 de marzo de 2008

PENSAMIENTOS AL PIE DE LA SANTA CRUZ


* CRISTO es el centro de la vida monástica; su origen y su fin. El es para el monje el camino y la meta.

*Llegamos a conocer a Dios naciendo de Dios y viviendo en Dios.

* Hemos venido al monasterio para vivir más plenamente, más perfectamente, más enteramente en Cristo.

*El monje tiene que ser consciente de que, a través de sus plegarias, a través de la bendición que se extiende por todas partes por la presencia de un monasterio, el mundo es santificado y llevado a DIos.

*Es Cristo mismo quien está orando en nosotros quien continúa en nuestro oficio divino su tarea de redimir al mundo.

* Condenemos a muerte al pecado en nuestra carne, refrenando nuestros malos deseos y tendencias perversas.

* La carne aumenta constantemente su dominio sobrea aquel que está bajo su poder, y exigiendo una sumisión cada vez mayor.

* "Miraba más el gusto de mi sensualidad y vanidad que lo bien que me estaba a mi alma" ( Santa Teresa).

* La virginidad espiritual implica un nacimiento de sí mismo.

* La virginidad espiritual es imposible mientras nos quedemos en nosotros mismos, en nuestros planes, ideas o ideales.

* La perfección de la virginidad espiritual es la unión con Dios, el matrimonio místico del alma con el Verbo.

* El monje es un soldado de Cristo, dedicado a luchar en un frente espiritual y oculto, mediante la oración y la entrega de sí mismo... no lucha contra la carne y la sangre, sino que en soledad lucha contra "los principados y potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal que están en las alturas" ( Ef. 6, 12).

* No tendremos Paz con nosotros mismos, si no somos capaces de hacer el sacrificio que exige la PAz. El Espíritu de la Paz invade nuestro corazón sólo cuando nos disponemos a renunciar a nuestro yo mezquino y a encontrarlo en los demás, en Cristo.

* El monje es más importante por lo que ES que por lo que HACE.

* " SER MONJE" quiere decir: conocer a Cristo que vive en nosotros.

* Sólo la FE puede ofrecer motivaciones suficientemente fuertes para afrontar los sacrificios que exige el amor, porque el amor es esencialmente dar, no recibir.

* NUestro crecimiento en Gracia es un crecimiento en nuestra participación en su presencia ( Dios) y en su vida dentro de nosotros. Es una unión más pura y más íntima con Él, no psicológica, sino mística y espiritual, que no tiene nada que ver con nuestros sentimientos ni con nuestras obras exteriores.

* Poseer la Gracia es ser poseído por Dios.

* La castidad se renuncia en ella a su propio cuerpo. Sacrifica y consagra a Dios uno de sus instintos más fundamentales. La castidad es una entrega. La mente casta, siempre que se niega a entregarse a la pasión, cultiva a la vez una fecunda pureza interior, una libertad de espíritu que se ofrece a Dios con un amor más alto y más espiritual, en el que se sublima el instinto inferior.

* La castidad es una liberación de las energías espirituales que, de lo contrario, quedarían cautivas de la pasión carnal.

* LA castidad acrecienta un amor más alto a DIos. POr lo que la castidad no es estéril, sino creadora y fecunda.

* El alma casta está "desposada" con Dios en la contemplación. El amor mísitco por Dios no carece de pasión, ya que esta se produce de manera espiritual.

* EL voto de estabilidad --> la vida del monje está arraigada en la paz. Queda protegida de su inquietud natural. Se le recuerda que no tiene que andar de acá para allá para encontrar a Dios. Ya no está vinculada su vida a los estrechos límites de un espacio, no se mueve de un lugar para otro corporalmente, sino con el espíritu, y su subida a Dios es un bajar a las profundidades de su propia humildad.

* Para ser verdaderamente grandes, hay que desaparecer por completo. Si nuestra luz ha de brillar ante el mundo y glorificar a Dios, primero tiene uno que apagarse para encenderse luego en la llama del Espíritu Santo. De lo contrario será tan sólo otro relfejo oscuro de aquella luz encendida por los fariseos en su propio honor.

AUTORES: VARIOS







HAYAR LA PAZ INTERIOR



Nosotros sólo conocemos la paz que da el mundo, que no es la verdadera.

Cristo nos da la Paz verdadera y el camino para esa paz es una batalla espiritual.

No podemos, por tanto, escapar al conflicto que hay dentro de nosotros, y el monasterio no nos ayudará a esquivarlo. Sino que hemos venido al monasterio para hacer frente a ese conflicto y resolverlo luchando hasta el fin.

El conflicto básico del alma del monje no disminuye con la vocación monástica, sino que se intensifica, hasta que el problema queda resuelto, y la verdadera Paz se recibe en el monasteior, no como el premio de una conquista, sino como un don de la Divina Misericordia.

Lo que hace al hombre esar en lucha consigo mismo es la voz profunda y persistente de su propia insatisfacción. El hombre caído no soporta vivir consigo mismo. Ahora bien, la paz aparente que da el mundo se compra a cambio de una continua distracción.

La distracción sólo ahoga la voz interior; no responde a pregunta alguna ni resuelve ningún problema; sólo pospone su solución. Más hayá de la cortina de humo de las diversiones y de los proyectos, la insatisfacción interior reúne todas sus fuerzas para un ataque más terrible, cuando la distracción haya desaparecido. Al fin el espíritu que haya húido de sí toda la vida, al llegar la muerte queda desnudo de sus distracciones y se encuentra cara a cara con loq ue ya no podrá evitar. No habrá cosa alguna que le impida odiarse absolutamente y totalmente para siempre.

La Paz que Cristo trae es el resultado de esta batalla aceptada y liberada en la tierra: la lucha del hmbre consigo mismo en la que por la Gracia de Dios, él se supera, se conquista y se pacifica, y al fin puede vivir consigo mismo porque ya no se odia. Esa conquista de sí mismo jamás puede ser definitiva si no se convierte en una entrega a otro: a Cristo y, en Cristo, a nuestros hermanos. Porque nuestro destino es ser uno en Cristo, y para amar a los demás como a nosotros mismos, tenemos que amarnos, en primer lugar, a nosotros. Pero, para amarnos a nosotros mismos, tenemos que encontrar en nosotros algo que amar.

Esto es imposible sin descubrir, tanto en nosotros mismos como en los demás, la imagen de Cristo.

AUTOR: THOMAS MERTON

LIBRO: EL CAMINO MONÁSTICO



miércoles, 12 de marzo de 2008