miércoles, 26 de marzo de 2008

HAYAR LA PAZ INTERIOR



Nosotros sólo conocemos la paz que da el mundo, que no es la verdadera.

Cristo nos da la Paz verdadera y el camino para esa paz es una batalla espiritual.

No podemos, por tanto, escapar al conflicto que hay dentro de nosotros, y el monasterio no nos ayudará a esquivarlo. Sino que hemos venido al monasterio para hacer frente a ese conflicto y resolverlo luchando hasta el fin.

El conflicto básico del alma del monje no disminuye con la vocación monástica, sino que se intensifica, hasta que el problema queda resuelto, y la verdadera Paz se recibe en el monasteior, no como el premio de una conquista, sino como un don de la Divina Misericordia.

Lo que hace al hombre esar en lucha consigo mismo es la voz profunda y persistente de su propia insatisfacción. El hombre caído no soporta vivir consigo mismo. Ahora bien, la paz aparente que da el mundo se compra a cambio de una continua distracción.

La distracción sólo ahoga la voz interior; no responde a pregunta alguna ni resuelve ningún problema; sólo pospone su solución. Más hayá de la cortina de humo de las diversiones y de los proyectos, la insatisfacción interior reúne todas sus fuerzas para un ataque más terrible, cuando la distracción haya desaparecido. Al fin el espíritu que haya húido de sí toda la vida, al llegar la muerte queda desnudo de sus distracciones y se encuentra cara a cara con loq ue ya no podrá evitar. No habrá cosa alguna que le impida odiarse absolutamente y totalmente para siempre.

La Paz que Cristo trae es el resultado de esta batalla aceptada y liberada en la tierra: la lucha del hmbre consigo mismo en la que por la Gracia de Dios, él se supera, se conquista y se pacifica, y al fin puede vivir consigo mismo porque ya no se odia. Esa conquista de sí mismo jamás puede ser definitiva si no se convierte en una entrega a otro: a Cristo y, en Cristo, a nuestros hermanos. Porque nuestro destino es ser uno en Cristo, y para amar a los demás como a nosotros mismos, tenemos que amarnos, en primer lugar, a nosotros. Pero, para amarnos a nosotros mismos, tenemos que encontrar en nosotros algo que amar.

Esto es imposible sin descubrir, tanto en nosotros mismos como en los demás, la imagen de Cristo.

AUTOR: THOMAS MERTON

LIBRO: EL CAMINO MONÁSTICO



No hay comentarios: